30 de noviembre de 2009

Arte efímero

Hace unos días la descubrí por casualidad en Youtube, y me dejó fascinado. Esto es arte, y lo demás son tonterías! Kseniya Simonova es la ganadora del Tu sí que vales ucraniano, gracias a sus dotes para crear historias, emociones y sueños, con un puñado de arena.

Lo que hace esta mujer, es increíble. Al ritmo de la música comienza a narrar, a dejar fluir el arte, únicamente con imágenes efímeras de arena que se van transformando unas en otras mientras el tiempo se derrama entre sus dedos. Consiguió ganar el consurso al pintar con arena una bella pero dura animación de la invasión alemana de Ucrania durante la II Guerra Mundial. El resultado, además de alzarse con el premio, fue emocionar a cientos de personas, que acabaron llorando a lágrima viva con esa impresionante historia. Mirad, y disfrutad.

26 de noviembre de 2009

El enigma de los bostezos…

¿Por qué son contagiosos los bostezos? Seguro que es una pregunta que os habéis hecho más de una vez, y parece ser, que a día de hoy sigue sin tener respuesta. Resulta sorprendente que conozcamos hasta el último nucleótido del genoma humano, que se estén descubriendo las enormes posibilidades de las células madre, por poner dos ejemplos, y que algo tan cotidiano del ser humano como bostezar, sea aún una incógnita para nuestros científicos, y por tanto, para el resto de los mortales.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué los bostezos son tan contagiosos. O al menos, de todo lo que yo he podido leer e investigar, no he obtenido ninguna explicación definitiva. Lo que sí está claro es que se contagia, y eso está más que probado por cada uno de los seres humanos que habitan este planeta.
Ahora bien, hay veces que ver a alguien bostezar sólo contagia a unos pocos, mientras que otros ni se inmutan. ¿A qué se debe esto?
Y digo más, ya no sólo ver bostezar a alguien, sino que muchas veces el bostezo se transmite oyendo a alguien hacerlo, o simplemente leyendo acerca de ello. Yo mismo he bostezado un par de veces escribiendo esto. ¿Qué complejo sistema fisiológico es capaz de regir este fenómeno? ¿Cómo es posible que algo tan habitual sea tan difícil de explicar? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.

Si alguien sabe del tema o tiene teorías interesantes sobre ello, que no se corte en absoluto, y las comparta con nosotros. A ver si entre todos podemos llegar a una conclusión de andar por casa, que satisfaga nuestra curiosidad.
Os dejo con la tierna imagen de un bebé que contagia el bostezo a todo hijo de vecino; yo cada vez que la miro abro la boca… ¿A que os sucede lo mismo a vosotros? Apuesto a que nueve de cada diez lectores ya están bostezando…

23 de noviembre de 2009

Shhhh…

“Sé todo lo que hablasteis en el último pase”, o tal vez “Lo que el ruido se llevó”, podría ser perfectamente el título de la película que me tocó sufrir en mis carnes la pasada noche en el cine. El film que intentamos ver fue Celda 211, que por cierto es muy pero que muy buena. Pero hoy venía a hablar de otro tema, más bien a quejarme, a poner una reclamación pública en forma de post, a ver si alguno de esos insufribles vecinos de butaca se dan por aludidos de una vez.

Pues bien, el pasado fin de semana fui al cine, y tuve que lidiar con un par de especímenes pesados alrededor. Íbamos con la esperanza de que la sala para Celda 211 estuviese casi vacía, ya que se acababa de estrenar Luna nueva, y por los cines sólo pululaban quinceañeras moja-bragas (por cierto, adoro esta expresión! La he leído en algún sitio, de modo que si fue alguno de vosotros el que la acuñó, que levante la mano). Además, también era la segunda semana de 2012 en cartel, película que ha arrasado allá donde se ha estrenado… así que, con estos antecedentes, nos las prometíamos muy felices para disfrutar de Celda 211 a nuestras anchas. Nada más lejos de la realidad. La sala también estaba a reventar, y las probabilidades de encontrarnos con algún pelmazo durante la proyección, se dispararon.

Definitivamente hay gente que va al cine a joder (en el sentido de molestar a los demás, no penséis mal…). Porque si no, no me lo explico. Ya no es que al comentar algo con el de al lado subas el volumen un poco más de lo debido, no. Es que había un ser (femenino para más señas, de entre 15-20 años, por la voz) que se dedicó a comentar cada secuencia de la película, como si los demás fuéramos gilipollas (más que ella, me refiero) y no entendiésemos la trama. Ella comentaba (en voz alta, por supuesto) las idas y venidas de cada personaje, lo que hacían en cada secuencia, o cómo iba a terminar tal o cual escena. Desesperante! ¿Dónde coño se cree que está? ¿En el salón de su casa?

Justo detrás de mí, había otro ser (masculino, en este caso) al que le sonó el móvil, y sin ningún reparo contestó la llamada en medio del cine. El muchacho se esforzó por hablar bajo con su interlocutor (todo un detalle), que al parecer lo llamaba para recordarle el sitio y la hora a la que habían quedado cuando saliese del cine. Increíble! No sé quien es más tonto de los dos, el que coge el teléfono, o el que lo llamó… Si ya sabías que tu amigo estaba en el cine, envíale un sms en lugar de llamar, coño!

¿Y qué se puede hacer en estas situaciones? Te entran ganas de levantarte y sacarlos a patadas del cine, pero claro, no es plan de montar una rebelión en plena sala… Así que, o les dices muy educadamente que se vayan a tomar por el culo, o te conformas con los recurridos chasquidos de lengua, y los poco eficaces, pero contundentes: Shhhhh…

20 de noviembre de 2009

I love Sheldon

Excéntrico, tarado, con un marcado trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, y con un cociente intelectual de más de 180, Sheldon Cooper es, sin miedo a equivocarme, uno de los personajes más carismáticos de la ficción norteamericana de los últimos tiempos. Es el alma de The Big Bang theory, serie estadounidense, sobre dos físicos que comparten trabajo y apartamento, que llevan una vida un tanto peculiar.

Leonard y Sheldon entregados a su trabajo en el campo de la ciencia, junto a sus dos inseparables compañeros de fatigas, componen un mosaico de personalidades perfecto para cualquier freak que se precie. La nota de color la pone Penny, su vecina camarera que no comparte su forma de vida, pero que día a día se esfuerza por entenderlos y soportarlos. Especialmente a Sheldon.

Como ya habréis deducido por el título del post, mi personaje preferido es Sheldon. Un genial Jim Parsons le da vida a un físico brillante, superdotado, pero también vanidoso, soberbio, asexual, asocial, y con una enorme falta de empatía con las personas, lo que le impide detectar las ironías y sarcasmos, dando lugar a situaciones de lo más graciosas. Cada vez que Sheldon abre la boca es para sentenciar, aleccionar o corregir. Él no opina, él asevera. Pero a pesar de todo, es el personaje que más se hace querer. Sus salidas son históricas, y sus frases son dignas de apuntar, rebuscadas, pero acertadas la mayor parte de las veces.

Desde aquí, animo a todos los que no hayáis disfrutado de semejante joya de la ficción, a que os dejéis enganchar por esos inadaptados de la vida, que han hecho lo propio con las masas americanas, empezando con unas audiencias discretas que poco a poco se han rendido a los encantos de Sheldon y compañía.
Os dejo con un par de videos. El primero, de una de mis escenas favoritas de toda la serie, en la que Sheldon tiene que aprender a alegrarse de los éxitos de sus amigos. El segundo de los videos es un mix con los mejores momentos de Sheldon. Espero que tras su visionado, corráis a disfrutar de esta gran serie al completo!



17 de noviembre de 2009

Tengo algo que contar...

Siempre he creído que tener un blog te enriquece, ya no por lo que puedas experimentar y aprender, sino porque persigues en todo momento tener algo que contar. Y cuando necesitas expresarte, comunicar, y regalar al mundo tu perspectiva de la vida, tus opiniones, tus inquietudes y deseos, te fijas más en tu alrededor. No sólo vives y dejas vivir, sino que reparas en cada cosa, te percatas de los detalles que el día a día no nos deja ver, te paras un segundo a reflexionar ante el constante caminar de la gente, para darte cuenta que detrás de cada rostro se halla una idea, detrás de cada puerta hay un recuerdo, detrás de cada gesto subyace un sentimiento, y detrás de cada persona se esconde una historia que contar…

Quién tiene un blog, tiene una herramienta inigualable de darse a conocer, de mostrar y recibir a partes iguales, tiene una vía de expresión muy distinta a la de la realidad. Ahí esta la gracia de todo esto. Pero el que tiene un blog, también tiene una responsabilidad al fin y al cabo. Tiene la necesidad de plasmar lo que le rodea en forma de entrada, y por ello, allá donde vayamos intentamos buscar la inspiración para un post. Al menos, esto es lo que a mí me pasa.
Un blogger sale de casa a realizar sus tareas diarias, y también a la caza de una buena historia, una reflexión trascendental, una imagen que le inspire una crónica, un chisme interesante para la comunidad.

En mi caso concreto, la mayor parte de las veces se me ocurren las cosas en el momento más inesperado. Por eso dispongo de distintos métodos para retener un tema, y posteriormente escribir sobre él. Las notas apuntadas en el móvil funcionan muy bien cuando una avalancha de ideas te asalta en plena calle. Si las musas te pillan en casa, apunto mis esbozos en un documento de Word para posteriormente darle forma de post. Siempre están los momentos de arrebato, en los que escribes sobre lo primero que se te pasa por la cabeza, le das a publicar, y compruebas que ese día la inspiración estaba de tu lado. O no.

Y es que una entrada pueden nacer en cualquier momento, en cualquier esquina: Ves una situación que te hace sonreír, y piensas que sería un buen tema sobre el que escribir. Escuchas una canción que te pone los pelos de punta, y sientes que tienes que ponerla en el blog. Tienes una experiencia fuera de lo común, y tienes la necesidad de contarlo para que los demás puedan vivirla algún día. Lees una noticia, y se te enciende la bombillita para comenzar un relato sobre la vida, el amor o la muerte. Una película, un libro, un llanto, una mirada que te llega al corazón para quedarse a vivir en él, y te falta tiempo para ir a escribir, publicar y compartir.

En definitiva, buscas asimilar el mundo a cada instante, retenerlo, desmenuzarlo, perpetuarlo en forma de escrito, y devolverlo de nuevo al mundo tras pasar por el prisma de tus ojos, de tu experiencia personal, de tu vida… ¿Y por qué lo hago? Porque lo necesito, y
porque tengo algo que contar…

13 de noviembre de 2009

Triángulo

Mientras abrazaba a su nuevo amor, Jaime pensaba en cómo acabar con su matrimonio para siempre. Le era infiel a Laura desde hacía meses, pero ya no le importaba lo más mínimo que su mujer pudiera entrar en la habitación, y pillarlos en la cama. Y como si de una premonición se tratase, ese pensamiento se hizo realidad, cuando su mujer apareció en el umbral de la puerta.
- Jaime, ¿Por qué me haces esto?
- Le quiero, ¿no crees que iba siendo hora de terminar con esta farsa de matrimonio?
- Quedamos en que podías hacer lo que te diera la gana, pero no en mi casa.
- Cariño, nuestra casa…

10 de noviembre de 2009

Llueve en el canal...

Lo que daría yo por estar ahora mismo paseando por sus calles, fotografiando a la sirena más famosa del mundo, descubriendo cada pequeño rincón de la ciudad, viendo cómo llueve en el canal... Copenhague es uno de mis próximos destinos, y espero estar muy pronto disfrutando de esta joya del mar del norte.

Mientras tanto, tengo tiempo de hacer ganas escuchando una gran canción, del que ya es grupo revelación del año: Copenhague, de Vetusta Morla. Les descubrí por casualidad, y desde entonces no dejo de escuchar su disco "Un día en el mundo". Una voz rasgada y personal, letras potentes, y en definitiva, un estilo indie-pop más que reconocible.
Os dejo con ellos:

Llueve en el canal,
la corriente enseña el camino hacia el mar.
Todos duermen ya...
Dejarse llevar, suena demasiado bien...
Jugar al azar...
Nunca saber donde puedes terminar,
o empezar...

6 de noviembre de 2009

Labo, para los amigos

Esta semana he estado muy ocupado. Bueno, igual no tanto, pero sí que he tenido el horario mucho más ajustado. Clases por la mañana, laboratorio por las tardes, y entre medias, empezar a estudiar para algunos exámenes que están a la vuelta de la esquina. La verdad es que lo echaba de menos. Las últimas semanas he vivido en una especie de sopor continuado en el que reaccionaba como un autómata, pero apenas tomaba conciencia de lo que estaba haciendo. Estos días me han servido para situarme, para darme cuenta dónde está mi lugar, para volver al redil, si es que algún día salí de él.

Echaba de menos tener ocupaciones y preocupaciones. Tener la agenda llena no es más que el reflejo de vivir. Empiezan a vislumbrarse los exámenes, los seminarios y las prácticas. Empiezo el laboratorio, y con la bata blanca me siento como pez en el agua. Viviendo entre Erlenmeyers, placas Petri, bioensayos y fermentadores, estoy como en casa. El agar es un ingrediente de lo más común en mi día a día. Sembrar en placa y aislar colonias constituye una enorme satisfacción. Producir antibióticos ya es parte de la rutina como lo es hacer la cama o ducharse. Las micropipetas me ponen. Y pronto empezaré a tomarme el café en falcon y los chupitos en eppendorf. Ya no puedo estar sin ellos.

Se puede decir que esta semana ha sido la de volver a la rutina, la de contactar de nuevo con la dura vida del universitario y ponerme las pilas, porque en las semanas anteriores estaba haciendo honor a eso de “Los estudiantes vivís como queréis” entre puentes, fiestas y tiro porque me toca.
De todos modos, lo peor aún está por llegar. Pero, al fin y al cabo, ir entrando en materia poco a poco, es la mejor forma de prepararse para ello. Por lo pronto, hoy vuelvo a tener laboratorio. Labo, para los amigos.

2 de noviembre de 2009

Déjala entrar...

Estocolmo. Gélido invierno. El negro de la noche y el blanco de la nieve se funden en uno solo. Un niño apuñala a un árbol. Es Oskar. Quiere vengarse de los que le pegan en el colegio. Detrás, de la nada, surge la sombra de una niña. Él no la conoce. Su nueva vecina, Eli. Es pálida y no siente el frío. Dice que no pueden ser amigos.

Así comienza Déjame entrar, película sueca basada en el best-seller del mismo nombre, que no es que me haya gustado, no es que me haya encantado, no es que me haya hecho sentir miedo, no es que sea una obra maestra, sólo sé que no me ha dejado indiferente, que tiene algo.


Quizás es de esas películas de las que no esperas mucho, y por el contrario te lo dan todo. Repleta de escenas imborrables, llena de matices, de silencios, de miradas, de gestos, y de múltiples lecturas, conforman una de las historias más ricas que he podido disfrutar en la gran pantalla.
Posee un aura, un halo de serenidad dentro de todo el caos que narra, que la hace diferente a todo lo anterior, la hace especial.
El trailer puede inducir a error. No es una película de terror. Es un film inclasificable. Trata de miserias y desgracias humanas. De sentimientos y sufrimientos encontrados. De lo malo y no tan malo de nosotros mismos. De los fines que justifican los medios, y de los que no.

Muertes inevitables, sangre a raudales, soledad sostenida, venganza, amargura permanente, familias derrumbadas, amistades arriesgadas, amor y desamor sobrehumano, tristeza indestructible, y dos pares de ojos inolvidables. Eso y mucho más nos ofrece Déjame entrar. O te enamoras de ella, o te mata.

Arriésgate, y déjala entrar…