19 de noviembre de 2013

Ser bilingüe es la solución para viajar

El bilingüismo no se encuentra entre mis aptitudes, pero después de recorrer unos cuantos países se ha convertido en una de mis metas. Ahora mismo daría todo lo que tengo por que mis padres me hubiesen llevado a un colegio bilingüe, y haber estudiado inglés desde pequeño. Este nimio detalle significaría poder disfrutar hoy en día de un nivel de inglés perfecto, con todo lo que ello conlleva. ¿No sería una maravilla? Sería un sueño poder recorrer Europa y el mundo hablando de cualquier tema, y desenvolviéndote a la perfección en el día a día. De momento esto es una utopía, porque mi nivel de inglés es medio como el de la mayoría de los mortales, madio-alto siendo optimistas. No obstante, sí noto que he mejorado gracias al contacto directo con la cultura anglosajona, pero aún me queda mucho camino por delante.

En mi último viaje a Londres me percaté del asunto: en España no sabemos inglés. En UK te das cuenta de que tu inglés, ese inglés medio-alto del que presumes, en realidad es una castaña pilonga. Te das cuenta de que es cierto que entiendes bastante a las personas cuando te hablan sobre cuestiones que puedes prever, y que con esfuerzo puedes desenmarañar ese acento british tan cerrado. Pero al mismo tiempo compruebas en el día a día anglosajón que te queda mucho para llegar a hablar como lo hacen ellos. Es una pena, porque así es como hablaríamos si desde pequeños nos inculcaran el bilingüismo, o al menos se parecería bastante. A pesar de ello, el inglés es tan útil que aunque no lo domines a la perfección te saca de muchos apuros en cualquier parte del mundo. Cuando estuve recientemente en Bélgica y Luxemburgo, el inglés era mi salvación para entenderme con la gente. En apenas unos días me voy a Alemania de nuevo, y no os podéis imaginar el valor que tiene el inglés por aquellas tierras, cuando el alemán se antoja ininteligible.

Sin duda aprender inglés es la mejor decisión para los viajes y para la vida, porque puedes conocer mundo sin necesidad de guías, excursiones programadas, ni traductores. Mi nivel medio ya me lo permite, así que si fuese bilingüe estaría en un estado continuo de satisfacción personal. Ya no sólo es cuestión de pedir la cuenta en un restaurante o solicitar habitación en un hotel, sino que con un lenguaje fluido se pueden entablar gratificantes conversaciones y conocer a mucha gente. También comprendes todo lo que te dicen, te enteras de lo que comes porque entiendes el menú de los restaurantes, y lo mejor de todo es que puedes tomar trenes o autobuses sin recurrir al lenguaje de signos.

Salir a Europa y practicar el idioma es lo más recomendable para tener ese nivel fluido de conversación, ese inglés oral que es el que más cuesta conseguir. Yo he notado mucho el avance con cada nueva incursión en tierras extranjeras. Aunque sea muy poco lo que practicas, siempre se adapta el oído y comprendes más que cuando saliste de España. Mi cuenta pendiente es sacar el tiempo suficiente, y hablo de unos cuantos meses, para irme a Londres, a Cambridge, o a donde sea, y establecerme allí durante una temporada para tomarme en serio el aprendizaje. Hacer algún curso y, en definitiva, hablar permanentemente inglés para acercarme cada día más al sueño del bilingüismo.

De todos modos, la situación actual no es culpa nuestra. El que generaciones enteras no tengan ni idea de inglés, o tengan muy poca, es culpa de nuestros gobernantes. En España están más preocupados por que la religión sea una asignatura obligatoria que por ofrecer una educación bilingüe. En cambio, en muchos países de Europa sí han apostado por educar en este aspecto, dando las clases en inglés desde pequeños o estableciendo la versión original subtitulada como algo natural en cine y televisión. ¿Cuántos seríamos bilingües hoy en día si en España se hubieran llevado a cabo estas iniciativas? La mayoría, estoy seguro. Tenemos mucho que aprender de países escandinavos o centroeuropeos, donde estas propuestas son una realidad desde hace muchos años. Lo peor de todo no es que nuestras generaciones no lo hayan conseguido, sino que a nuestros hijos también les costará. Es cierto que se ha avanzado mucho y cada vez se da más importancia al inglés, pero por el momento a los de arriba no parece importarles mucho la cuestión de la educación bilingüe, así que tocará esperar.

Personalmente aspiro a mejorar, a acercarme a la meta poco a poco, aunque sin pretensiones. De este modo podré vivir cada nuevo viaje con satisfacción, al darme cuenta de que mi soltura con el inglés va avanzando. El próximo destino es Munich, de modo que como el alemán no está en mi lista, intentaré poner en práctica el inglés lo máximo posible.