30 de junio de 2013

El último día que escribí me estaba yendo...

El último día que escribí en serio me estaba yendo a Londres, y desde entonces han pasado unas cuantas cosas. En realidad he dejado de contar algunos capítulos de mi vida, pero se puede decir que estoy en el mismo sitio que aquel 6 de marzo en el que me estaba yendo a Londres por mis días viajeros del año. He cogido cuatro aviones, unos cuantos trenes, he pasado por Inglaterra y por Francia, para finalmente volver a mi León natal a seguir escribiendo. Sí, desde aquel día en el que me estaba yendo a Londres no he parado de escribir. ¿Quién me iba a decir cuando empecé este blog que en 2013 viviría de ello y tendría hasta mi propio editor?

Editor no, editora. Muy maja ella, pero también muy exigente con los plazos, las entregas y la carga de trabajo. Nunca pensé que ser redactor fuera algo como esto. Es un trabajo muy extraño puesto que continuamente haces algo que te gusta, pero también con la sensación de que nunca llegas, de que no tienes tiempo de nada y de que cuando te acostumbras es muy difícil cambiar de registro. Por otro lado me da pena, la de haber desatendido este santo blog al escribir para otros.

En todo caso, las cosas en mi vida se reducen últimamente a currar en algo que no tenía para nada previsto. No obstante, lo dicho anteriormente, al menos he sacado tiempo para enamorarme de Londres y para pisar Francia por tercera vez en mi vida. En esta ocasión una ruta por Occitania en trío, tanto en número de personas como de ciudades. Tras mi regreso de Londres solamente pasaron quince días y ya me estaba embarcando en un viaje muy deseado e improvisado: destino Toulouse, y visitas a Burdeos y Carcasona. ¿Se convierte marzo en el mes viajero entonces? De momento sí. Porque mis días libres se han terminado y mis ahorros comienzan a resentirse. 

Estas dos escapadas por Europa han sido perfectas. Londres era la gran cuenta pendiente con el viejo continente (pareado, he vuelto on fire), y definitivamente la espera había merecido la pena. Es una ciudad en la que siempre encuentras algo que hacer, llena de ritmo y cultura, siempre despierta, y por supuesto monumental cien por cine. En cuanto a Toulouse, me sorprendió para bien, ya que fue escogido como destino porque era el único vuelo asequible para las fechas de Semana Santa. Es la mejor manera de decidirse. La ciudad roja, como así la llaman, es de lo más intimista y acogedora, con unas vistas al río Garonne impresionantes. Aprovechamos las ofertas del tren para conocer Burdeos, mucho más señorial, mucho más francesa en definitiva. Por último, la cercanía de Carcasona no se podía dejar escapar, así que cumpliendo el sueño de vivir en primera persona el famoso juego, nos adentramos en la ciudad medieval conocida mundialmente. Impactante.

Y hasta aquí mis aventurillas. Abril, mayo y junio han sido mucho más convencionales, por decir algo a modo de resumen. Me ha dado tiempo de ponerme a tono para volver, ver a gente que tenía desatendida, ver mucho cine, descubrir buena música y vivir. Aún con letras minúsculas lo de 'vivir'. Todo se andará. :)
Os dejo con una de esas canciones que han llegado a mí en los últimos días, y prometo volver pronto.