
Hoy por la tarde, que no tenía nada que hacer, me dio por salir a recorrer la ciudad, sin ningún destino fijo. Sin tener que ir aquí o allá, a hacer ésto o lo otro. Simplemente salí a pasear, a ver la vida, el movimiento, y la quietud de la ciudad. La verdad es que nunca había hecho ésto. Nunca había recorrido León, simplemente por el placer de saber que no hay un destino, que me puedo olvidar de mirar el reloj… Recorrí la ciudad deteniéndome en cada esquina, descubriendo rincones, sintiendo incluso su palpitar, el de sus gentes, el de sus calles…
Mi primer destino fue un parque, en el que te puedes encontrar un pavo real detrás de ti en cualquier momento… En este lugar hay un pequeño estanque con patos, y pude ver a los ancianos dándoles de comer… qué estampa más tierna… Mientras, el pavo real más cercano intentaba hacerse ver, para que a él también le llegase un pedacito de pan… Estuve paseando por ahí un rato, hasta que decidí acercarme al río.
El río que cruza León de punta a punta está muy bien, porque tiene ambas orillas acondicionadas con un paseo, y carril bici, bancos, y numerosos miradores para deleitarte con la contemplación. Como decía una profesora mía, no es que estén los cauces acondicionados, es que el río esta alicatado hasta el techo… en fin… Me dediqué a empaparme del sol, que no nos durará mucho tiempo… a sentarme a escuchar el murmullo del agua al pasar… me paseé por los numerosos puentes que lo atraviesan, zigzagueando de orilla a orilla cuando me parecía, olvidándome de los coches y las calles, que rugían tan sólo unos metros más arriba, pero que eran imperceptibles para mi. Me senté a contemplar vidas. Es curioso ver como todo está en calma a tu alrededor sin nada destacable que te llame la atención, hasta que empiezas a fijarte en cada una de las personas. Una señora haciendo footing que ya venía casadilla, una mamá dándole el pecho a su bebé, qué bonito… unos niños correteando… y más gente como yo sentados en bancos o en la hierba con el único propósito de ver la vida pasar.
Luego me adentré en el centro… y aproveché para hacer unas compras… unos libros y unos discos muy baratitos… No iba a ser todo mera contemplación! Cuando acabé las compras, me fui al casco histórico, al barrio gótico…y en lugar de irme a la plaza de la catedral, o las calles por las que se suele ir de copas, me recorrí una calle por la que jamás había ido, es una especie de callejón que yo pensé que no tenía salida, pero resulta que si te metes por él, recorres toda la muralla, va alrededor de la misma, como un corredor encajonado entre piedras de miles de años.
Y no hice mucho más… pero tened por seguro que repetiré estas salidas en busca de nada para patearme la ciudad, mi ciudad. A veces, visitamos otras ciudades, lugares lejanos, y queremos conocer en poco tiempo todos sus rincones… pero luego no le prestamos la más mínima atención al sitio en el que vivimos. Utilizamos sus calles para ir de un sitio a otro; vemos sus monumentos, sólo porque nuestra mirada se topa con ellos; disfrutamos de lo que nos ofrece únicamente por casualidad, no por que nos paremos a contemplarlo. Así que desde aquí os recomiendo que un día cualquiera, salgáis a disfrutar de vuestra ciudad, esa gran olvidada que os acoge… y os dejéis seducir por las pequeñas cosas, los detalles, esos que no aparecen en las guías turísticas, y que aún nos quedan por descubrir…
